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miércoles 27 de octubre de 2010

Néstor y lo que viene 74123_461201263837_701158837_5458102_3630236_a.jpg
Por Mempo Giardinelli
Escribo esto en caliente, en la misma mañana de la muerte anunciada
de Néstor Kirchner, y ojalá me equivoque. Pero siento dolor y miedo,
y necesito expresarlo.
Pienso que estos días van a ser feísimos, con un carnaval de hipocresía
en el Congreso, ya van a ver. Los muertos políticos van a estar
ahí con sus jetas impertérritas. Los resucitados de gobiernos anteriores.
Los lameculos profesionales que ahora se dicen “disidentes”. Los frívolos
y los garcas que a diario dibujan Rudi y Dany.
Todos ellos y ellas. Caras de plástico, de hierro fundido, de caca endurecida.
Aplaudidos secretamente por los que ya están emitiendo mailes de alegría feroz.
Los veremos en la tele, los veo ya en este mediodía soleado que aquí en el Chaco,
al menos, resplandece como para una mejor causa.
Nunca fui kirchnerista. Nunca vi a Néstor en persona, jamás estuve en un mismo
lugar con él. Ni siquiera lo voté en 2003. Y se lo dije la única vez que me llamó
por teléfono para pedirme que aceptara ser embajador argentino en Cuba.
Siempre dije y escribí que no me gustaba su estilo medio cachafaz, esa informalidad
provocadora que lo caracterizaba. Su manera tan peronista de hacer política juntando
agua clara y aceite usado y viscoso. Pero lo fui respetando a medida que, con un
poder que no tenía, tomaba velozmente medidas que la Argentina necesitaba y casi
todos veníamos pidiendo a gritos. Y que enumero ahora, porque en el futuro inmediato
me parece que tendremos que subrayar estos recuentos para marcar diferencias.
Fue él, o su gobierno, y ahora el de Cristina:
—El que cambió la política pública de Derechos Humanos en la Argentina. Nada menos.
Ahora algunos dicen que estar “hartos” del asunto, como otros criticaron siempre que era
una política más declarativa que otra cosa. Pero Néstor lo hizo: lo empezó y fue consecuente.
Y así se ganó el respeto de millones.
—El que cambió la Corte Suprema de Justicia, y no importa si después la Corte no ha
sabido cambiar a la justicia argentina.
—El que abrió los archivos de los servicios secretos y con ello reorientó el juicio por los
atentados sufridos por la comunidad judía en los ’90.
—El que recuperó el control público del Correo, de Aguas, de Aerolíneas.
—El que impulsó y logró la nulidad de las leyes que impedían conocer la verdad y castigar a
los culpables del genocidio.
—El que cambió nuestra política exterior terminando con las claudicantes relaciones carnales y
otras payasadas.
—El que dispuso una consecuente y progresista política educativa como no tuvimos por décadas,
y el que cambió la infame Ley Federal de Educación menemista por la actual, que es democrática e
inclusiva.
—El que empezó a cambiar la política hacia los maestros y los jubilados, que por muchos años
fueron los dos sectores salarialmente más atrasados del país.
—El que cambió radicalmente la política de Defensa, de manera que ahora este país empieza
a tener unas Fuerzas Armadas diferentes, democráticas y sometidas al poder político por primera vez
en su historia.
—El que inició una gestión plural en la Cultura, que ahora abarca todo el país y no sólo la Ciudad
de Buenos Aires.
—El que comenzó la primera reforma fiscal en décadas, a la que todavía le falta mucho pero hoy
permite recaudaciones récord.
—El que renegoció la deuda externa y terminó con la estúpida dictadura del FMI. Y por primera vez
maneja el Banco Central con una política nacional y con record de divisas.
—El que liquidó el infame negocio de las AFJP y recuperó para el Estado la previsión social.
—El que con la nueva Ley de Medios empezó a limitar el poder absoluto de la dictadura periodística
privada que todavía distorsiona la cabeza de millones de compatriotas.
—El que impulsó la Ley de matrimonio igualitario y mantiene una política antidiscriminatoria como jamás
tuvimos.
—El que viene gestionando un crecimiento económico de los más altos del mundo, con recuperación
industrial evidente, estabilidad de casi una década y disminución del desempleo. Y va por más, porque
se acerca la nueva legislación de entidades bancarias, que terminará un día de estos con las herencias de
Martínez de Hoz y de Cavallo. Néstor lo hizo. Junto a Cristina, que lo sigue haciendo. Con innumerables
errores, desde ya. Con metidas de pata, corruptelas y turbiedades varias y algunas muy irritantes, funcionarios
impresentables, cierta belicosidad inútil y lo que se quiera reprocharles, todo eso que a muchos como yo nos
dificulta declararnos kirchneristas, o nos lo impide. Pero sólo los miserables olvidan que la corrupción en la
Argentina es connatural desde que la reinventaron los mil veces malditos dictadores y el riojano ídem. De
manera que sin justificarle ni un centavo mal habido a nadie, en esta hora hay que recordarle a la nación
toda que nadie, pero nadie, y ningún presidente desde por lo menos Juan Perón entre el 46 y el 55,
produjo tantos y tan profundos cambios positivos en y para la vida nacional. A ver si alguien puede
decir lo contrario.
De manera que menudos méritos los de este flaco bizco, desfachatado, contradictorio y de caminar
ladeado, como el de los pingüinos.
Sí, escribo esto adolorido y con miedo, en esta jodida mañana de sol, y desolado también, como
millones de argentinos, un poco por este hombre que Estela de Carlotto acaba de definir como
“indispensable” y otro poco por nosotros, por nuestro amado y pobrecito país.
Y redoblo mi ruego de que Cristina se cuide, y la cuidemos. Se nos viene encima un año tremendo,
con las jaurías sedientas y capaces de cualquier cosa por recuperar el miserable poder que tuvieron y
perdieron gracias a quienes ellos llamaron despreciativamente “Los K” y nosotros, los argentinos de
a pie, los ciudadanos y ciudadanas que no comemos masitas envenenadas por la prensa y la tele del
sistema mediático privado, probablemente y en adelante los recordaremos como “Néstor y Cristina,
los que cambiaron la Argentina”.
Descanse en paz, Néstor Kirchner, con todos sus errores, defectos y miserias si las tuvo, pero
sobre todo con sus enormes aciertos. Y aguante Cristina. Que no está sola.
Y los demás, nosotros, a apechugar. ¿O acaso hemos hecho otra cosa en nuestras vidas y en este país? •


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